viernes, 24 de marzo de 2017

Cuaresma. Carta pastoral del Cardenal-Arzobispo


Hay realidades cristianas que debemos descubrir de nuevo para comprender su originalidad, su sentido y su alcance para la vida de los cristianos. Probablemente una de ellas es la Cuaresma, ya que ha perdido presencia en la sociedad y siempre halla en nosotros resistencia interior lo que implica penitencia. Cuando pierde relieve, en lugar de ceder a la corriente debemos hacer un esfuerzo para preguntarnos, ¿qué es realmente la Cuaresma). ¿Por qué en el Año Litúrgico ocupa varias semanas? ¿En qué consiste propiamente este tiempo que tiene un origen en los primeros siglos y que la Iglesia pondera tanto?

“Cuaresma” etimológicamente es la abreviación de “diesquadragesima”, es decir, es un tiempo que dura cuarenta días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina el Jueves Santo por la mañana; la imposición de la ceniza es como un aldabonazo para despertarnos de la indolencia y ponernos en camino de conversión; y la reconciliación de los pecadores con la Iglesia es culminación del proceso cuaresmal de penitencia.

La Cuaresma, los cuarenta días de purificación y renovación para celebrar la Pascua del Señor, los misterios se su pasión, muerte y resurrección, recuerda el rico simbolismo de los cuarenta días frecuente en la Sagrada Escritura. Cuarenta es el número de plenitud, de concentración de una oportunidad salvífica, de “sacramento” como ha recuperado la nueva traducción del misal romano, que comienza a ser utilizado el domingo primero de Cuaresma.

Cuarenta días y cuarenta noches (cf. Gen. 7,4) duró el Diluvio, que anegó el mal y abrió un nuevo comienzo de la humanidad custodiada por la alianza de Dios (cf. Gén. 9, Iss). Moisés permaneció en el monte Sinaí cuarenta días y cuarenta noches en la presencia de Dios (cf. Ex. 24, 18). Durante cuarenta años peregrino el pueblo de Israel desde Egipto, la casa de la esclavitud, hasta la Tierra de la promesa, guiado por la nube protectora de Dios (cf. Deut. 8,2. 4. Núm. 14, 34). Elías caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios Horeb (cf. 1 Re. 19,8). Jonás de proclamó en Nínive durante cuarenta días la oferta del perdón de Dios (cf. Jn. 3,4); la conversión salvó a los ninivitas. Jesús permaneció en el desierto durante cuarenta días y cuarenta noches (cf. Mt. 4, 2). Cuaresma es tiempo de camino hacia la pascua, de búsqueda de la fidelidad primera, de purificación y renovación, de conversión y gozo (cf. Salmo 50). El “miserere”, así llamado a veces, es un salmo eminentemente cuaresmal, con el reconocimiento humilde de los pecados con el perdón de Dios que crea un corazón nuevo, con la alegría de la salvación y con el don de un corazón humilde.

En el tiempo de Cuaresma, durante cuarenta días que Dios nos otorga como tiempo de gracia, enlazamos con el hondo sentido de esos acontecimientos de la historia de la salvación. Con Jesucristo entramos en el desierto de la oración y del ayuno para escuchar la Palabra de Dios, superar las pruebas y tentaciones, para ponernos en el camino de una vida nueva y de fidelidad a la misión que el Señor nos confía. “Por las prácticas del sacramento cuaresmal Dios nos concede conocer el misterio de Cristo” (Oración Colecta del Domingo I de Cuaresma).

La Cuaresma tiene una meta, a saber, la celebración de la Pascua. De Esta meta recibe sentido el itinerario cuaresmal; caminamos al encuentro con Jesucristo salvador y liberador. La mortificación no es expresión de una persona rara que goza sufriendo, sino signo de participación en el ministerio pascual “padecemos juntamente con Cristo, para ser también con Él glorificados” (Rom. 8, 17). A través de la Cuaresma entramos en el desierto con Jesús y como discípulos subimos a Jerusalén para compartir su muerte, resurrección y ascensión al cielo (cf. Lc. 9, 51 ss. Act. 1, 3).

El desarrollo de la Cuaresma se ha caracterizado por dos líneas de fondo; en primer lugar por la penitencia para la reconciliación de los pecadores, y en segundo lugar por la preparación de los catecúmenos para recibir el bautismo en la noche de Pascua. Tanto las lecturas de Cuaresma como las oraciones de la Misa manifiestan constantemente la doble preparación, al sacramento de la reconciliación y el bautismo.

El Concilio Vaticano II, en la Constitución sobre la liturgia ha subrayado estas dos dimensiones de la Cuaresma, con la actuación para el cristiano y cada comunidad, en la interioridad espiritual y en la manifestación exterior. La Cuaresma es al mismo tiempo personal y eclesial, va la conversión por dentro y debe tener su expresión social en el amor y en las obras de misericordia. “Puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la Palabra de Dios y a la oración, para que celebren el ministerio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación al bautismo y mediante la penitencia, se dé particular relieve a la liturgia y en la catequesis litúrgica al doble carácter de dicho tiempo (cf. Sacrosanctum 109).

Permitidme que recuerde algunas actividades que son particularmente adecuadas para la celebración del tiempo litúrgico de Cuaresma. Intensifiquemos la lectura de la Palabra de Dios y la oración. Organicemos charlas de formación para las comunidades cristianas. Es tradicional el ejercicio del “Via-crucis” y provechosa la lectura reposada de la Pasión del Señor (Sto. Tomás de Aquino). Recomendamos alguna iniciativa de privación voluntaria, uniéndonos al Señor sufriente, que despertará nuestro espíritu y lo mantendrá alerta; no solo por salud e higiene vamos a mortificarnos. Nos acerquemos todos al sacramento del perdón y de la reconciliación; y los sacerdotes facilitemos a los demás la entrada en la fiesta del perdón.

Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él el rostro de Cristo. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil”.

Deseo a todos un tiempo de Cuaresma intenso y fecundo. Celebraremos la Pascua, que es meta de la Cuaresma, con la alegría que es también culminación de este tiempo de gracia y salvación.ahora.

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