El Viernes de la quinta semana de
Cuaresma, popularmente conocido como Viernes de Dolores, nuestra cofradía
realiza el ejercicio del Via Crucis de una manera especial. Especial por la
inmediatez de la Semana Santa y especial por el carácter celebrativo y
comunitario que este acto de oración tiene. Comunitario porque la cofradía sale
de su Sede de la Iglesia de San Joaquín y Santa Ana y se dirige al vecino
templo de la Parroquia de San Lorenzo a la que la cofradía pertenece. Junto con
la comunidad parroquial y pueblo fiel de la ciudad, se meditan los misterios de
la Pasión de Jesucristo.
El rezo de las distintas
estaciones que conforman el Via Crucis se acompaña con breves reflexiones,
apoyadas en la lectura de la Palabra de Dios, además de cantos populares
típicos del tiempo de Cuaresma y Semana Santa.
Sin duda, la nota característica
de la celebración de este Ejercicio del Via Crucis es la simbología que se va
haciendo presente a medida que avanzan las distintas estaciones. A partir de la
Décima estación la simbología está basada en la puesta en escena mediante la
iluminación, el silencio, los sonidos de martillo simulando la crucifixión y
sobre todo, la elevación de la imagen de Cristo Crucificado perteneciente a la
parroquia. Tras la elevación de la Cruz por parte de los Hermanos de andas, la
iglesia queda a oscuras y un breve pero
intenso silencio llena el templo, recordando la muerte de Jesucristo.
Posteriormente, dos únicas luces en el templo, la de la Imagen Titular del
Santo Cristo Yacente y la de Nuestra Señora de San Lorenzo, recuerdan el
momento en que Jesús es bajado de la cruz y puesto en los brazos de su Madre.
En la última estación, razón de
ser de la Cofradía, unos hermanos cofrades portan solemnemente el sudario con
el que cubrirán el Cuerpo Muerto de Jesús. Es el momento final del Via Crucis y
es también un anticipo del solemne acto del Epitaphion, que la Cofradía celebra
el Viernes Santo, al concluir la Procesión General.
Tras el canto de la Salve Popular
a la Patrona de Valladolid, la Cofradía regresa a su sede en el Monasterio de
San Joaquín y Santa Ana.
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