lunes, 3 de noviembre de 2014

Carta Pastoral del Sr. Arzobispo: Santa Teresa de Jesús nos invita a orar

El día 15 de octubre tuvo lugar en Ávila la celebración inaugural del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Fue una celebración eucarística muy concurrida y hondamente participada. Con estas líneas quiero recordar la lección fundamental de la Santa, que fundó en Medina del Campo y en la ciudad de Valladolid, a saber, la oración.

Estamos comenzando el V Centenario del nacimiento de una mujer del siglo XVI; este ejercicio de memoria es para nosotros aprendizaje de historia, maestra de la vida. Si damos la espalda a nuestro pasado que unas veces nos corrige y otras nos enseña y alienta, recortaríamos las posibilidades de nuestro presente y futuro personal, eclesial y social. ¿Cómo vamos a prescindir de las luces que desde el pasado nos iluminan en nuestro presente, que no está sobrado de indicadores y de estrellas para nuestra travesía?. Trae gran provecho acercarnos a las grandes personas de nuestra historia desde las búsquedas e incertidumbres del presente.

Conmemoramos el V Centenario del nacimiento de una monja contemplativa, de una mujer orante y maestra de oración. Teresa es testigo de excepción del poder curativo y salvífico de Dios que renueva a la persona a través de la amistad con Jesús. Su armoniosa y rica personalidad no muestra huellas de sus enfermedades anteriores. Teresa de Jesús fue una mujer de humanidad arrolladora, de excelente pluma, de desbordante actividad, de una capacidad admirable para descubrir la presencia del Señor entre los “pucheros”, como escribió al narrar la fundación de Medina. (cf. Fundaciones 5, 8), para adentrarse en los itinerarios más íntimos del hombre con un instinto penetrante en el análisis y certero en la valoración, para recorrer los caminos en carromatos y pasar malas noches en malas posadas. Todo esto caracteriza a esta mujer extraordinaria; pero ante todo fue Teresa una mujer de oración. ¿Qué tiene que ver la oración como clave de la vida de Teresa con nuestro tiempo, con los hombres y mujeres de hoy?.

Descubrir el sentido cristiano y humanizador de la oración es un quehacer muy importante en este V Centenario. La oración no es un diálogo consigo mismo, enajenándose engañosamente y deshaciéndose falsamente del peso de la existencia. La oración es un trato de amistad con Dios que sabemos nos ama (cf. Vida 8, 5), que viene a nuestro encuentro, que nos espera, que nos acompaña. La comunicación en el amor acontece hablando, callando, escuchando y poniendo la mirada en el Señor (cf. Heb. 12, 2). De la oración mental y vocal, sosegada e intermitente, brota una luz que en Teresa nos sorprende particularmente. Ella es experimentada en la oración, es iniciadora y maestra de oración. De la oración nace la intrepidez y la determinación para la acción caritativa y apostólica; la oración es soplo vital de la fe, que la alienta, hace vibrante y gozosa. En la oración el alma se pacifica y serena; “en la oración hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante el sol” (El Cura de Ars).

En la oración humilde y paciente descubrimos la verdad, ya que “Dios es suma Verdad y la humildad es andar en verdad” (6 Moradas 10, 8). La relación entre humildad y verdad es muy frecuente y con variadas modulaciones en los escritos de la Santa. Por la vía de la humildad, y no del orgullo, descubrimos la verdad; con humildad respetamos el ritmo y los caminos de las personas en la búsqueda de la verdad, y con humildad testificamos y enseñamos la verdad sin convertirla en dominio nuestro ni pretender imponerla a la fuerza.

¡Qué importante es para la evangelización que unamos el amor a la verdad y el amor a las personas!. ¡Cómo apreció el padre dominico Domingo Báñez, frente a otras manifestaciones más espectaculares y secundarias, en Santa Teresa la caridad, la verdad, la sinceridad, la obediencia, la paciencia como “cierta señal del verdadero amor de Dios” (Censura sobre el Libro de la Vida para la Inquisición escrita en el convento de Valladolid). Teresa “no es engañadora”; vivía en la verdad como en su ámbito vital y por condición natural “aborrecía el mentir”.

¿No necesitamos las personas de nuestra sociedad sincronizar mejor el ritmo trepidante de la vida con los ritmos del hombre interior?. A veces nuestro diario vivir está como invadido por prisas, ruidos y dispersión. Esta forma de comportarnos desgasta inmensamente y dificulta la comunicación personal. Estamos tan pendientes de las informaciones, de las llamadas, de las solicitaciones exteriores que no tenemos tiempo para pensar, para asimilar lo recibido, para degustar la vida, para vivir. Necesitamos reconocer que la soledad no es vacío sino oportunidad para un encuentro más hondo. El ámbito exterior sereno facilita la oración sosegada.

Teresa enriqueció la oración contemplativa con una dimensión apostólica; la apertura a la misión de la vida orante fue una de las grandes intuiciones de su fundación. Las carmelitas de San José están llamadas a ayudar a la evangelización en las periferias geográficas y existenciales. Con su intercesión continua ante Dios, con las lámparas encendidas día y noche, con su vida pobre, alegre, sencilla y fraternal, con su fidelidad paciente en la cruz y la perseverante esperanza pascual, participan desde el claustro y la vida escondida en la misión de la Iglesia, fortaleciendo la palabra de los mensajeros del Evangelio, la sabiduría de los letrados, el amor de los esposos, la valentía de los misioneros, la docilidad de los oyentes de la Palabra de Dios. Palabra y obras deben ir unidas en la evangelización. La oración apostólica nutre sin cesar las raíces de la vida misionera.

D. Ricardo Blázquez, Arzobispo de Valladolid

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