domingo, 30 de marzo de 2014

No es un farol...

Que en nuestro hablar coloquial, es sinónimo de alarde, incluso de presunción, o de modo aún más coloquial.., “no es una fantasmada”. Para quienes contemplan el paso de la Cofradía del Santo Entierro, hay un signo que les identifica, su farol. No es muy común en el mundo cofrade, ver portar a tales, un farol… lo propio más parece ser una vela, un sacho, un guión, una Lucerna, o… tantos ejes lumínicos como nuestro diccionario ofrezca. Y sin embargo, aquí está la Cofradía del farol. Aquellos que portan una luz, tan próxima a los pasos que no desafía a nadie, que no es un reclamo, sino una luz callada, que alumbra sin desafiar la horizontalidad de quienes portan. Casi sería un atrevimiento que la luz del santo Entierro luciese sobre el Santo en vías de Entierro. Por eso bendito farol, el nuestro, que sabe ir, aún más bajo y hondo que el Cristo Yacente. Ojalá que esta Semana Santa nos predisponga a ser luz del Señor, a ver con sus ojos, a dejar atrás tanta ceguera…



Si os recuerdo nuestra condición lumínica es porque en este domingo la Palabra nos recuerda la importancia del saber ver, el saberse dejar iluminar, y el saber ser luz. Todo ello le acontece a un ciego en vísperas de la entrada de Jesús en su Pasión.

Estamos en el sexto signo que S. Juan recoge en el “Libro de los signos” de su Evangelio para presentarnos a Jesucristo, el Señor. Al encontrarse con aquel mendigo invidente, Jesús le sale al encuentro, se implica en la nueva creación de este hombre, moldeando con su saliva y barro, el ungüento curativo que le predispone a ver.

El hecho de “ungirlo” y la orden de “lavarse en la piscina” hacen pensar en los ritos del bautismo, fuente de vida nueva. Su primer nacimiento lo arrojó a las tinieblas, y ahora vuelve a ser engendrado para la luz. Pero no nos quedemos con el “milagrito”. Esto es un “signo” de Jesús que pretende revelarnos su identidad más profunda, por ello me pregunto: ¿Dé que manera va descubriendo el ciego esa identidad de Jesús? Me fijo en las cosas que dice y descubro cómo va “viendo” cada vez más claro quién es el que le ha curado. Abrir los ojos del cuerpo significa abrir los ojos de la fe. La curación de la ceguera viene a simbolizar todo el proceso que recorre el que cree en Jesús y recibe el bautismo. Este sacramento se llamó “iluminación”.

El ex ciego se comporta como un “testigo de la fe” como un “discípulo” v. 28; los fariseos inseguros y faltos de argumentos deciden “echarlo fuera”. Pero me pregunto: ¿De qué juicio se trata según las palabras de Jesús en los vv.39-41? El verdadero juicio no es el de los fariseos, sino ese que Jesús establece al revelarse como luz. Una luz que alumbra a los ciegos y ciega a los que creen ver. Negándose a creer, permanecen en su pecado (vv. 40-41).



✔ EN NUESTRA ORACIÓN: Soy una persona “iluminada” desde mi bautismo, desde esta experiencia oro al Padre. ¿Cómo estoy viviendo mi propio proceso de fe? ¿Lo siento avanzar o retroceder? ¿En qué momentos de oscuridad has experimentado a Jesús como luz?

✔ PARA TU COMPROMISO. ¿Qué significa para mí ser testigo de la luz de Jesús en los ambientes donde me muevo? ¿Qué cegueras percibo en mí y en la sociedad? ¿Qué esperanza me hace concebir la lectura de este pasaje? ¿Qué puede significar para cada uno en esta próxima Semana Santa portar la luz que ilumine a Cristo?

Guillermo Camino
Consiliario

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